La Bendición del Justo
La dicha de los que aman la ley del Señor
En la quietud del día, surge una voz,
Un susurro sagrado, un cálido abrazo,
Que al justo ilumina, con gracia y esplendor,
El Salmo uno se alza, y con fervor ensalza.
Dichoso es el hombre, que no anda en consejo,
De impíos ni en senderos de maldad y lamento,
Como árbol plantado junto a ríos eternos,
Su fruto dará, sin fallar, en su tiempo.
Sus hojas no caen, y todo prospera,
La gracia divina le guía en su senda.
Mas los impíos como paja ligera,
El viento dispersa, su fin se acelera.
No estarán en juicio, ni en la asamblea,
De justos que siguen la ley verdadera.
El camino del justo el Señor vigila,
Mas el de los malos en ruina termina.
Oh alma sedienta de paz y justicia,
Medita en la ley del Señor noche y día.
Encuentra el refugio, la dicha infinita,
Del que a Dios ama y su palabra estima.
Cual río de vida, que nunca se agota,
Así es la bondad que el Señor nos arroja.
En cada versículo, un faro ilumina,
La senda del justo, que al cielo destina.
En tiempos de pruebas y fuertes tormentas,
La fe del creyente jamás se resienta.
Es sólida roca, es raíz profunda,
Que a Dios se aferra, por siempre fecunda.
Así como el árbol junto al río arraigado,
El justo florece, siempre bendecido.
Los malos cual paja serán dispersados,
Pero el buen camino por Dios es cuidado.
Oh salmo primero, que alma acaricia,
Tu voz es consuelo, tu luz es justicia.
Guía nuestros pasos por senda divina,
Y haznos testigos de eterna alegría.
Bajo estrellas brillantes o bajo cielos grises,
Meditemos tus palabras con corazones humildes.
Que nuestras vidas reflejen tu divina esencia,
En la justicia y amor, hallamos nuestra herencia.
Dichoso es el hombre que encuentra en tu ley,
Un faro en la noche, un camino fiel.
Salmo uno bendito, guardián de mi ser,
En tu sabiduría hallo mi placer.
Paraíso en la tierra se encuentra en tus versos,
Eterna promesa de cielos inmersos.
Así concluyo mi canto inspirado,
Por Salmo primero, por siempre adorado.
Inspirado en el Salmo 1
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